martes, 31 de marzo de 2009

La Iglesia y el lince


A la controversia suscitada en todo el mundo por las desafortunadas declaraciones del Papa sobre la ineficacia de los preservativos para combatir la pandemia del sida en África se ha unido en España una reacción de cierta crispación en muchos sectores por la llamada “campaña del lince” de la Conferencia Episcopal Española contra la futura ley del aborto.
Creo que todo esto ha resucitado el ya superado debate sobre el aborto y abierto otros no menos falsos, verbigracia, si el episcopado está en su derecho de expresar públicamente su postura y defenderla. Obviamente lo está, pues no viola el derecho de nadie y además le ampara la libertad de expresión. La cuestión de fondo es si, con independencia de nuestra posición ante el aborto y la ley de plazos, creemos que la constante injerencia del episcopado en la esfera pública y política beneficia o no nuestra democracia. Es obvio que la campaña del lince está creando una presión que moviliza a colectivos católicos, arma mucho ruido (que amplifican los medios) y es aprovechada por la oposición para criticar al gobierno como si hablara en nombre del pueblo que se manifiesta. Estoy convencido de que, honestamente, muchos que ven con malos ojos la futura ley del aborto pueden ver también con malos ojos esta forma de espiritualidad corporativizada que interfiere en la esfera pública y política, más allá del ámbito privado y personal. No es un signo de salud democrática que la Iglesia se haya convertido en un poder fáctico.
Este escenario está reavivando actitudes de un rancio anticlericalismo, resaca de odios de antaño, de aquella España de sotanas, varazos y censores que ya no existe. En este país hemos ido siempre detrás de un cura, a veces con un cirio y a veces con un garrote. Este es un capítulo superado de nuestra Historia y es hora de que la Iglesia desempeñe su función para los fieles y deje de arrogarse un rol doctrinario que no le corresponde. Existe una ley de plazos para casi todos los países de Europa, y si no ha de haberla en España, malo sería que fuera por las presiones de los obispos.

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