domingo, 15 de marzo de 2009

La culpa de la crisis


Se reúnen en la terraza cafetería del club de golf, con vistas al green. Departen sobre política. “El Dow Jones se desploma y el gobierno es inoperante”, se queja el especulador bursátil. El magnate de una compañía que perdió millones en el casino de la Bolsa tacha a Solbes de incompetente, mientras sorbe un dry martini. El propietario de seis viviendas culpa a Zapatero del parón en la construcción y la falta de un tejido productivo nacional. “Nunca se han preocupado de la economía porque confiaban en que el turismo era el maná”, afirma el dueño de una cadena hotelera en cabo de Gata, paladeando su gintonic. “Y luego el ministro tiene la desvergüenza de acusar a los bancos”, corrobora un directivo bancario cuyos activos han sido comprados por el Estado para evitar su devaluación. “¿Cómo pretenden mantener la economía si están destruyendo empleo a toda velocidad?”, refunfuña el directivo de Nissan que ha expulsado a centenares de trabajadores tras un año de inversiones temerarias. El propietario de dos coches Hammer se queja del precio del carburante y el banquero que concedió millones de préstamos hipotecarios sobre inmuebles sobrevalorados acusa al gobierno de la sobrevaloración de los inmuebles y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. El banquero abre su iPhone, murmura “irresponsables” y chasquea los dedos al camarero. El especulador se levanta, ensaya su swing, y su golpe de muñeca le arranca un destello de plata a su Viceroy. Abren sus abultadas carteras de Hermes y Loewe para pagar la cuenta. Tras dejar una mísera propina, recuperan a sus mujeres donde las dejaron y se dirigen a sus flamantes coches en el aparcamiento, inquietos por un futuro adverso, en el que tendrían que trabajar para seguir acaparando dinero.

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