sábado, 25 de abril de 2009

Slumdog Millionaire


Imagínense que una niña de nueve años de un barrio paupérrimo de Bombay es elegida como protagonista de una superproducción de Hollywood que retrata la miseria de Bombay. Imaginen que la niña, interpretándose a sí misma, gana un Oscar. Cualquiera pensaría que el éxito de la película ayudaría a salir a la niña de la pobreza extrema, ¿verdad? Pues no. La niña ha hecho millonarios a los productores, y, una vez se apagaron los focos y desapareció el glamour, la devolvieron con sus harapos sucios al slum de Bombay. Esta es la verdadera historia de Rubina, la niña de Slumdog Millionaire.
Ahora ha dado la vuelta al mundo una desgarradora noticia: el padre de Rubina la pequeña actriz protagonista, ha intentado venderla por 224.700 euros, para sacarla de la miseria y mantener a su familia. Uno no sabe qué es más sangrante, que un padre venda a su propia hija o la mezquindad de quienes, después del taquillazo y el máximo galardón de Hollywood, permiten que esa niña siga en las cloacas. ¿No es eso explotación infantil pura y dura? ¿En qué mundo vivimos?
Aún hay más. La noticia del intento de venta ha sido destapada por un equipo de reporteros encubiertos de un programa televisivo británico, News of the World, que se hicieron pasar por un opulento jeque y su esposa para negociar con el padre la adopción ilegal de la niña a cambio de la cantidad citada. Lo grabaron con cámaras ocultas. Este escándalo mundial también ha resultado muy lucrativo para el programa, utilizando nuevamente a Rubina como cebo. Una nueva vuelta de tuerca: cómo explotar el escándalo de la explotación infantil de la India.
Creo que la última noticia, ante la magnitud del escándalo y a toro pasado, ha sido darle un pisito a la familia, en plan caritativo, para salvar los muebles, o la imagen, o la dignidad. Que no se diga que los millonarios no son espléndidos, sobre todo cuando ya se han cubierto de gloria.
De nuevo, la miseria de la realidad supera con mucho a la que exhibe la ficción cinematográfica. Ante esta noticia, uno siente repugnancia por el ser humano. Todos somos cómplices de la explotación de Rubina.

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