domingo, 8 de febrero de 2009

Autismo




Un reciente y prometedor avance científico abre un nuevo debate ético. Investigadores británicos relacionan la aparición del autismo con altos niveles de testosterona en el líquido amniótico. Esto podría permitir en el futuro diagnosticarlo durante el embarazo, como el síndrome de Down. En este supuesto, ¿debería autorizarse el aborto? ¿En qué casos?
El debate es aún prematuro: se ha probado la relación entre altos índices de testosterona y autismo, pero no una relación causal, ni directa, ni un vínculo sólido. Sin embargo, nuevas evidencias podrían llegar. Los avances en medicina y genética auguran peliagudos dilemas.
La amniocentesis es una técnica a la que muchas católicas se someten en secreto –sobre todo en embarazos de riesgo- porque la Iglesia (instrucción Donum Vitae) la condena taxativamente si es para plantearse un aborto. Muchos ginecólogos católicos no la practican. Es más fácil seguir ciertos preceptos cuando no eres tú quien asume duros y delicados riesgos, y también es más fácil si eres hombre, porque los preceptos a lo largo de la Historia siempre han sido una creación muy masculina y muy poco considerada con el género femenino, que por cierto sigue siendo el que acarrea con la mayoría de los problemas de los hijos, y más si son discapacitados.
El autismo y los trastornos generalizados de desarrollo nunca dejan de asombrarnos a quienes trabajamos en el diagnóstico clínico o psicopedagógico infantil. Es una ceguera mental desconcertante, un cuadro paradójico, especialmente el síndrome de Asperger. El trabajo con estos críos nos vuelve muy sensibles a sus problemas y al desvelo de los padres. Si se estableciera que un determinado nivel hormonal en el feto puede indicar autismo sería un gran paso en el tratamiento de un trastorno para el que no se ha encontrado aún ni causa definida ni remedio. Todos deseamos que encuentren un remedio mejor que el aborto. Confiemos en la ciencia.

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