martes, 14 de abril de 2009

Lo que heredan nuestros hijos




Paradójicamente, en este año Darwin se está hablando mucho en los foros científicos especializados de su rival Lamarck, quien defendía que heredamos experiencias, y que, por poner un ejemplo, las jirafas tienen el cuello largo porque el esfuerzo de estirar el cuello para alcanzar las hojas altas, repetido a través de generaciones, ha facilitado descendencias de jirafas con el cuello progresivamente más largo. La teoría de Darwin se impuso por K.O. a la de Lamarck. ¡Y ahora resulta que los dos tenían razón!
En el colegio Montearagón de Zaragoza, del Opus, donde yo estudié (maldita la gracia) me explicaron que la teoría de la evolución había que creérsela, porque no se podía interpretar la Biblia de modo literal, pero que esta teoría no estaba reñida con el intervencionismo divino, sólo que la mano de Dios era demasiado sutil para ser percibida por la ciencia.
En la universidad comprendí que la evolución se realizaba sin mediación divina, tal y como lo expuso Darwin, y que mi descendencia iba a recibir la misma información genética con la que yo nací, y que ni mis progresos vitales ni mis experiencias los heredarían mis hijos. Defender lo contrario era “lamarckismo”, o sea, herejía.
Ahora se ha producido una auténtica revolución, un cambio de paradigma: la epigenética. Por un proceso llamado metilación se pueden silenciar o activar genes específicos en función de tus condiciones de vida, para facilitar tu adaptación, y estos cambios pueden reflejarse en las células germinales y pasar a la siguiente generación. Así que Lamarck tenía razón: ciertos caracteres adquiridos durante la vida sí pueden ser transmitidos a nuestros hijos. La dieta, el estilo de vida, las vivencias que experimentamos activan o inactivan genes de forma permanente. Muchos estudios han confirmado que estas modificaciones del ADN se pueden heredar. La trascendencia de este descubrimiento es enorme, pues la epigenética se ha convertido en la nueva esperanza para el tratamiento del cáncer, a través de la metilación de genes supresores de tumores y de los biomarcadores. Si usted fuma, sus hijos pueden heredar predisposición al cáncer.No hay determinismo genético: no estamos programados por el ADN. Somos libres, aunque ciertas experiencias educativas nos marcan, y algunas lecciones de malos maestros se olvidan.

1 comentario:

  1. En un todo de acuerdo en lo que dices, por ahí disciento con la postura rancia de la Universidad y la no menos impostura de la Iglesia (el ala derecha de todas las sociedades no es mi guía). Póngase en claro algo, según Darwin (aunque no lo diga, no olvidemos que su formación es eminentemente católica): "...Dios creo el mundo, y ¿cómo lo hizo? pues a travéz de la Evolución, y la Selección Natural no es mas que la mano de Dios eligiendo al mas apto..", un dios medio discriminador, pero, al fin y al cabo ¿no es éste el Dios que nos presenta la Tres Veces Santa Iglesia Católica?: Justo e Imparcial, quien muere al nacer va al cielo, quien muere cuando es mayor será juzgado por sus acciones, a uno se lo selecciona para crecer al otro para ir al cielo. Por ello Lamark me parece mas científico que "éste buen señor llamado Darwin",

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